No tienes ningún derecho a proclamar tu arrepentimiento. No sólo me dejaste escapar, me obligaste a hacerlo. No quiero escuchar que te equivocaste conmigo. He aprendido a dejar de creerme tus promesas, ya no las necesito. Y es posible que hoy te entienda mejor que nunca aunque te quiera y te odie como siempre, por eso voy a escupirte la cobardía en que nos metiste, con toda la rabia que he ido guardando de a poco. Sé valiente y deja que yo lo sea.
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