Primera carta hacia México.

Al final, el tiempo premia la valentía.

Te fuiste con maletas de verano, mochilas de recuerdos y, aunque intentaste dejar aquí la cabeza, al final, la muy tuya se te acabó colando entre los calcetines. Sé que ahora eso no te supone un problema, que la habrías acabado echando en falta, y que en el fondo te alegras de su compañía. Puede que a mí no me escuches como a ella, pero quiero aprovechar una de sus entradas en bucle para recordarte que no estás sola. Aunque incluso dado el caso podrías con todo lo que te echaran encima, no tienes que hacerlo, estamos aquí, a tu lado a pesar del charco de distancia.
Ánimo!

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Me da miedo, muchísimo, que tú no me eches de menos.

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Me aterra pensar que no me estoy dando la suficiente prisa; algunos dirán que para estas cosas no hay tiempo definido, que cada uno ha de tomarse el suyo. Pero no quiero que me adelantes, sé que no es una carrera, pero para mí se ha convertido en una huida a la desesperada, mi cuerpo, cabeza, alma y corazón indispuestos corren en estampida, de vez en cuando se pisotean entre ellos, porque ninguno quiere quedarse atrás. Yo tampoco. No quiero que me dejes atrás.

Crónica de un frío anunciado.

Me he duchado con agua hirviendo, llevo cinco capas y no me quedan más mantas... Creo que no es ya sólo lo de que se te mete el frío hasta los huesos, me falta un tipo de calor muy concreto. El tuyo. Me da igual lo que digan de la fiebre, hablan de las consecuencias de tirarse dos horas bajo la lluvia, pero yo sé que nada de eso es cierto, que no es que me sobren décimas, que el que me faltas en esta cama eres tú. Díselo, y que se dejen de tonterías.
Y ya que estás, hazles ver que se equivocan también con lo de la úlcera. Que el hueco que tengo en el estómago lo siento muy real, pero que no se cura con medicinas, que lo que necesito no es un médico, que lo que necesito es que me llenes este vacío en cantidades industriales, de tí.
Díselo, miénteles, miénteme... Dime que voy a ser capaz.

andiamo

No creo en esos amores eternos de película, en las historias interminables, en los reencuentros a media luz en un bar de carretera.
Pero quiero creérmelo, a pies juntillas, que guardaré no en vano dos tickets, que existe eso de las vidas cruzadas, que tú y yo aún es posible sin causar dolor a nadie.
No sé cuánto me va a llevar, esta es una de las mentiras más gordas que me voy a tener que contar a mí misma, cada vez que me baile el corazón por haber creído verte, cuando huela un tú que no seas tú sino otro idiota que no sabe de la prohibición de pasar cerca de mí con TU colonia... En fin, que va a ser difícil, pero si he conseguido no volver a deshidratarme hoy, supongo que eso ya es un paso.

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Mira, yo siempre fui de las que creí que el amor no se acaba de un día para otro. Por eso me ha pillado con cara de tonta y cuerpo de susto.
Huiría al fin del mundo, me iría a una cabaña del polo norte donde conseguir un bon iver, y así no tener que buscarte, buscarme y buscarnos explicaciones. Porque por ninguno de los tres caminos han aparecido, y ya no me quedan más sitios a donde ir preguntando si nos han encontrado. Te juro que no me quedan rincones en cielo y tierra a los que acudir suplicando que me devuelvan la parte de mí que era tuya, les he explicado que la necesito de verdad, que te necesito a tí a mi lado, pero cuando me han preguntado por qué... no he sabido contestarles.

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